Cuando el psicópata de la Moncloa dijo aquello de ¿De quién depende el fiscal general del Estado? Pues eso, sus palabras no fueron premonición en el sentido de aventurar el futuro, aunque sí de adelantarlo: él tenía muy claro que estaba dispuesto a lo que fuera para controlar todos y cada uno de los resortes del Estado, para conseguir aquello que quizá sólo el partido de los doscientos dos diputados fue capaz: el poder completo, omnímodo, total.
Y, como por alguna extraña razón, sigue
manteniendo la ficción de que vivimos en una democracia plena, homologable,
etcétera… y porque todavía, al modo del Señor Oscuro de El señor de los anillos,
resulta que todavía le falta algo que le dé poder y conocimientos
suficientes para vencer toda resistencia, derribar las últimas defensas y
cubrir todas las tierras con una segunda oscuridad. Y ese algo es el poder
judicial.
Por eso, y porque sus más allegados, sobre
ambiciosos son estúpidos, y por eso mismo descuidados y falibles, tiene que
echar mano de los resortes para protegerlos y, así, protegerse a sí mismo. Y por
eso la fiscalía ha de salir al rescate del teledirector de orquesta y solicitar la revocación de su citación como imputado el 9 de Enero próximo.
Al modo de carta a los Reyes Magos que diga ha sido malo, pero no le traigáis carbón.
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