Lo malo de los miembros de una ideología fanática -y el nacionalismo lo es- es que, para algunos, nunca se será lo bastante sincero, hondo, profundo en las convicciones.
Es lo que le ha pasado a Gerardo Piqué,
experto en nadar y guardar la ropa en el convulso mundo de la política
catalana, pero siembre braceando más cerca de la orilla separatista que de la
españolista. Las juventudes de los Clicks Unidos de Playmobil han marcado su
casa en la Cerdaña por pijo.
Es lo que le ha pasado también al filósofo perico, que hace guiños al separatismo, pero que ha cometido el imperdonable error de asistir en Sabadell a un acto de promoción del aceite de Jaén, hecho que ha provocado las críticas de aquellos a quienes les hacía ojitos.
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