Dijo Abraham Lincoln que se puede engañar a todos algún tiempo, y a algunos todo el tiempo, pero que es imposible mantener engañado a todo el mundo todo el tiempo.
Para cuando dijo esto, el marxismo -la
doctrina más engañabobos que haya pergeñado la mente humana- ya se había
creado, por lo que no gozó de la sagaz advertencia del político estadounidense.
Se trata, además de una ideología que apenas ha evolucionado en los casi dos
siglos que lleva existiendo -la degeneración (es decir, el ir a peor, que es lo
que ha hecho el marxismo) no cuenta como evolución- y permanece anclada a los
postulados en los que nació.
Pero es que, además, en un mundo
hiperconectado como el actual, todo acaba sabiéndose más pronto que tarde; en
realidad, casi de manera instantánea, salvo excepciones (¡pero si hasta se
descubrió quién fue el celebérrimo Garganta profunda del caso Watergate!).
Por eso, que la Pelos ocultara que paralizó la obra del barranco del Poyo por una ley de la huerta promulgada bajo la égida de Timo Puch era un intento fútil de que no se supiera. Porque ha acabado sabiéndose.
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