Uno ya no sabe a qué atenerse con el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, el psicópata que lo preside -que lo pastorea, más bien, pues todos repiten como borregos las mismas consignas- y todo su entorno familiar.
De todos los factores que concurren -una
ambición desmedida, el saberse inferiores pero querer aparentar ser válidos, el
desprecio por las normas y las formas y la pulsión totalitaria inherente a todo
izquierdista que les ha llevado a intentar controlar todos y cada uno de los
resortes de poder-, se hace difícil determinar cuál es el que prepondera.
Porque, con todo lo que (le) está cayendo
encima, una persona prudente se habría cuidado muy mucho de ser discreta y
dejar que las cosas escampen, si acaso. Pero la pareja del psicópata de la
Moncloa no es así: quizá porque está henchida de soberbia, quizá porque se
encuentran en una huida hacia adelante, pidió a la Complutense renovar su cátedra y dos máster tres días antes de su declaración como imputada.
Pues nada, ella misma.
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