Cuando coges a un sujeto que es un deshecho humano, en lo profesional y en lo ético, uno que, como diría un amigo mío, no llega a pedo, y le das un cargo, por nimio e inútil que sea, el sujeto se viene arriba y empieza a creerse mierda. Y, lo que es peor, a creer que los demás, sobre todo si le molesta lo que dicen o hacen, son una mierda también.
Es lo que ocurrió hace un par de semanas en
el parlamento europeo, donde iba a comparecer el bobo solemne, el contador de
nubes, zETAp. Dos eurodiputados de Vox portaban carteles en las que se recriminaba
al circunflejo su complacencia (por ser suaves) con la narcodictadura venezolana.
Mientras, había personas grabando lo que
ocurría con sus móviles. Y una eurodiputada de los de la mano y el capullo, una
de esas que se cree deposición y no llega a ventosidad, propinó un manotazo a
la persona que grababa, al grito de yo soy diputada, ¿tú quién eres?
En justa reciprocidad, tendría que haberle contestado pues una persona como tú… y haberle devuelto el manotazo.
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