martes, 3 de diciembre de 2024

Reflexiones atemporales CCXXXVI – Qué demócratas, los demócratas

Desde la óptica giliprogre europea, el Partido Demócrata estadounidense son los buenos, y el Republicano serían los malos. Dejando aparte el hecho de que pocas cosas hay más reaccionarias en Estados Unidos que un demócrata del Sur, la Historia desmiente semejante creencia.

Para empezar (¿casualidad? Puede), fue bajo presidencias demócratas que los Estados Unidos se embarcaron en ambas guerras mundiales (Wilson la Primera, Roosevelt la segunda). Podríamos decir, a la recíproca, que debemos (dos veces) a los demócratas no haber terminado hablando todos alemán a este lado del Atlántico, pero quiero pensar que los yanquis habrían acabado haciendo más o menos lo mismo aunque quien ocupara el despacho oval fuera un republicano.

Si bien fue bajo mandato republicano (Eisenhower) que EE.UU. se involucró en el conflicto de Vietnam, la cosa fue a mayores con las presidencias de Kennedy y Johnson (demócratas), y fue un republicano (Nixon) el que le puso fin. Nuevamente, probablemente con presidencias invertidas las cosas habrían sucedido más o menos igual (la geopolítica es la geopolítca)

Fue con un presidente demócrata que los ayatolás tomaron el poder en Irán, y los rehenes en la embajada americana. Fue con un presidente republicano que comenzó a hacerse visible el derrumbe de la Unión Soviética. En realidad, últimamente, los presidentes demócratas han empezado más guerras que los republicanos.

Centrándonos en la política interna del país, hay que recordar el pucherazo a favor de Kennedy en 1.961, el globo sonda de Joe Biden de aumentar el número de jueces del Tribunal Supremo (para así proponerlos él y asegurarse una mayoría demócrata), las presiones a Sotomayor para que renuncie y sea Biden quien proponga a su sustituto… y, ya en los minutos finales, el indulto del pedófilo senil a su hijo, tras prometer que no lo haría (¿se le habrá olvidado?). Claro que, en este último caso, tenemos el caso de Ford amnistiando a Nixon.

Si la mitad de todo lo anterior hubiera sido a la inversa, ardería el Capitolio.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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