Cuando poner a sectarios al timón de la nave del Estado, lo natural es que hagan una política sectaria, con normas sectarias y actitudes sectarias. Lo que algunos no aprenden, porque la neurona no les da más de sí, es que su sectarismo, andando el tiempo, acabará volviéndose contra ellos.
Es el caso del becario ubicuo, miembro de la
camarilla fundadora de los neocom, peleado luego con el líder y creador
con doña Rojelia -una paleocom de manual, tiene narices la cosa- de
los neoneocom e incrustado finalmente en los cocuquistas,
viviendo siempre del dinero público y sin dar un palo al agua.
Al menos en política, porque parece que en la
alcoba y territorios que llevaban hacia ella era mucho más activo, o eso dicen
las malas lenguas. Malas lenguas contra las que se defiende diciendo que lo que
se le imputa es falso de toda falsedad (él, que decía que las denuncias falsas
no existen, que las mujeres -hermana, yo sí te creo- decían siempre la
verdad cuando acusaban al varón), que es más inocente que un recién nacido y
que se trata de una campaña en su contra.
Lo malo es que todavía quedan feminazis con
el seso sorbido (no por el sexo y sustancias estupefacientes, como pasa con el
becario, sino por una de las doctrinas más nefandas que ha pergeñado el hombre,
convenientemente degenerada y empeorada), y le reprochan adoptar el discurso
de la ultraderecha en lo relativo a las denuncias falsas.
Y es que los progres son siempre muy progres, hasta que les tocas el bolsillo… o la bragueta.
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