Cuando políticos de derechas (o no de derechas -Rosa Díez no lo es-, pero que están en el punto de mira de la izquierda) son abucheados, los giliprogres llaman a eso jarabe democrático, o libertad de expresión, y lo consideran perfectamente legítimo.
Ahora bien, si es un político de
izquierdas el que es abucheado -da lo mismo que sea el psicópata de La Moncloa,
el Chepas o el ninistro Pekeño-, entonces es algo intolerable,
una muestra de fascismo o la manipulación de la gente por intereses ocultos y,
naturalmente, espúreos.
Porque la derecha es siempre muy mala y se merece todo lo (malo) que le pase, mientras que la izquierda es (laicamente) angelical, y todo lo que se le critica es por incomprensión o resentimiento.
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