Lo mejor de los que no comulgamos con los dogmas de la giliprogresía es observar, desde la barrera, cómo quedan en ridículo a las primeras de cambio. Porque, admitámoslo, dicen tal cantidad de tonterías, y de tal calibre, que más pronto que tarde tienen que tragarse sus palabras.
En el último premio Planeta se
alzó con el galardón una obra firmada por Carmen Mola. Esta autora había sido
recomendada por el Instituto de vaya-usted-a-saber-cómo-se-llama-ahora (ha cambiado
tantas veces de nombre que uno ya le pierde el rastro), y ensalzada por el
sedicente feminismo.
Pero hete aquí que se destapó el
pastel, y resulta que la autora ni es mujer, ni es una: es el pseudónimo
adoptado por tres varones. Y, claro está, aunque no ha variado ni una coma de
sus libros, Carmen ya no mola. Y como no mola, el Instituto le retira su recomendación,
y una librería feminista retira sus libros.
Luego querrán que no pensemos que las que llegan lo hacen, no por sus méritos, sino por sus cromosomas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario