Como he señalado más de una vez, separatistas e izquierdistas españoles tienen tantos puntos en común que casi cabría considerarlos un típico caso de gemelos separados al nacer.
Uno de esos rasgos es el de no
coincidir con la verdad más que por error, por equivocación y, desde luego, sin
advertirlo ni pretenderlo. Es el caso de los ierreceos, que han equiparado el fusilamiento de Luis Companys con el juicio por el butifarrendum II y el
embargo en el Tribunal de Cuentas.
Y tienen razón: en los tres
casos, se aplicó a unos delincuentes la legislación penal vigente. Porque, por
mucho que se empeñe la hagiografía separatista, Companys, además de ser un
jeta, mala persona y falto de escrúpulos, fue un delincuente. Y entre los
delitos que cometió, algunos estaban en aquel entonces castigados con la pena
de muerte.
Qué poca pena me dan, Luisito y sus conmilitones…
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