Vaya por delante que empleo el término singularidad en un sentido que podríamos llamar científico, es decir, el punto donde las reglas que hasta entonces venían funcionando dejan de hacerlo.
A lo que me refiero con el título
de esta entrada es al hecho de que, al hacer ejercicio -básicamente, nadar o
correr-, llega un momento en que el cansancio no desaparece, pero se estanca,
de modo que, mentalmente, podría seguir nadando o corriendo indefinidamente. Naturalmente,
esto no es realmente así -en algún momento colapsaría-, pero esa es la
impresión que se produce.
Y este será el último hilo de esta serie, por lo menos en el futuro previsible. Quiero decir que me he quedado sin material; pero, conociéndome, en algún momento volverá, y probablemente se me ocurran varias entradas más de golpe.
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