Históricamente, el Hexágono -nombre por el que también se conoce al país que está al otro lado de los Pirineos- fue un refugio para los miembros de la banda terrorista vasca de ultraizquierda, que paseaban por allí tranquilamente, seguros de que nunca les pasaría nada.
Pero nunca es demasiado
tiempo. En algún momento, los gabachos debieron verle las orejas al lobo -o los
colmillos a la serpiente-, y se decidieron a colaborar con las autoridades
españolas en la caza y captura de quienes, so capa de unos ideales, no eran más
que unos vulgares secuestradores, torturadores y asesinos. Es de suponer que
algo parecido habrá ocurrido con los golpistas catalanes.
Hace años, yo decía en tono de
broma que Santander era la provincia más grande de España, puesto que por el
Este llegaba hasta Asia Central (el kirguís Talant Dujshebaev, nacionalizado
español, jugaba en el Teka de balonmano) y por el Sur hasta el golfo de Guinea
(el hispano ecuatoguineano Vicente Engonga resulta que nació en Barcelona -de lo que me
he enterado al buscar datos para esta entrada-, pero yo le creía cántabro y, de
hecho, empezó a jugar en la Gimnástica de Torrelavega).
Hablando en serio, al igual que
los seguidores de Sabino Arana no renuncian a las provincias vascongadas
situadas en Francia, es probable que sus correlatos catalanes alberguen, en sus
mezquinos corazones, la aspiración de incorporar a los sedicentes países
catalanes el Rosellón y la Cerdaña, que hasta no hace tanto tiempo formaban
parte de la Corona de Aragón.
Y, como es mejor prevenir que
curar, es probable que las autoridades galas hayan dejado de tomarse a risa -o
de considerar una mamarrachada inofensiva, al menos para ellos- la corriente
golpista catalana, y que por ello retuvieran en el aeropuerto de Perpiñán a una
tal Clara Ponsatí, que fue miembro del consejo de gobierno regional presidido
por Cocomocho, y que se dirigía a constituir el parlamento del
consejo para la república.
Desgraciadamente, luego la dejaron marchar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario