Una de mis afirmaciones recurrentes en relación con los golpistas catalanes es que, si España se apartara, se dedicarían a despellejarse entre ellos. Se detestan tanto unos a otros que sólo el odio aún mayor que profesan a España evita que se saquen los ojos… a tiempo completo, quiero decir.
Porque, eso sí, no pierden la ocasión de ponerse zancadillas
los unos a los otros. Por ejemplo, hace una semana saltaba la noticia de que la
bruja Piruja, los socialistas y los ierreceos habían impedido
la instalación de una estatua de don Quijote en Barcelona.
Esto, pare empezar, resulta una
flagrante contradicción con la afiemación necionanista de que todo lo
que de mérito se ha producido en el mundo -y parte del extranjero- se debe a
mentes catalanas. El caballero de la triste figura, por ejemplo, habría sido escrito
por Miquel de Servent, que sólo los malvados y envidiosos castellanos
habrían convertido en Cervantes.
Pero ahí estaba el inefable maricatalino, a la sazón ninistro de Incultura, que por una vez ha acertado en sus valoraciones al calificar la decisión del consistorio barcelonés de catetada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario