Los que me conocen, o
los que leen este blog con cierta frecuencia, saben que en el asunto del
llamado cambio climático o calentamiento global me posiciono en
el lado que podríamos llamar de los escépticos; en el de los negacionistas,
si nuestro interlocutor fuera un ecologista sandía, o ecolojeta,
como suelo llamarlos yo.
Esa postura no se basa
en una oposición frontal a todo lo que venga de la izquierda (aunque tengo que
reconocer que algo ayuda), ni tampoco -como me dijo en cierta ocasión un
pariente, más bien de izquierdas- en que, al ser creyente (católico), piense en
que Dios hizo la creación perfecta e inmaculable (aunque algo de eso hay, como
diré dentro de poco).
No. Mi postura se basa
en una concurrencia de factores. Sin orden de importancia, ni directo ni
inverso, en primer lugar se debe a que, siendo creyente, soy consciente de la
insignificancia del ser humano: no pienso que esté en nuestra mano alterar el
planeta, tan drásticamente y en tan poco tiempo.
En segundo lugar, el
clima es algo, por esencia, cambiante: tan pronto tenemos etapas de un frío glaciar
-hace unos cuantos siglos-, sin que intervenga la actividad humana, como de una
subida generalizada de temperaturas, de nuevo sin actividad industrial humana a
la que echarle la culpa.
Al hilo de esto viene la
tercera razón. Los expertos en el tema cambian de opinión como de chaqueta:
son de izquierdas y, como tales, capaces de sostener una cosa y la contraria y
afirmar que ambas son ciertas y progresistas.
Finalmente, vienen de la
mano el hecho de que sus predicciones nunca se cumplen (estaría escribiendo
esto poco menos que en una nube de burbujas, si hubieran acertado… alguna vez),
y que, si sus conclusiones fueran científicamente irrebatibles, no tendrían
necesidad de falsificar los datos.
Para remate, tenemos
algunas declaraciones, como la de uno de los fundadores de Pis Verde,
que asegura que la teoría del apocalipsis ambiental busca el poder y
control político utilizando el miedo y la culpa de la gente, así como que la
organización está motivada por la política en lugar de por la ciencia y que
ninguno de los directivos tiene ninguna formación científica.
Que podrá ser o no
cierto, pero que rompe la tesis de la unanimidad científica en torno a
la cuestión.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!