A veces, la única manera de tomarse los dichos y hechos de los ninistros que integran el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer es a risa. Porque, si nos los tomáramos en serio, les mandaríamos a la mierda, al orto, a tomar viento o a que les dieran dos guantadas bien dadas.
Tomemos el caso de la ninistra
portacoz (a ésta, para su desgracia, se le entiende todo bastante bien, por
lo que no cabe preguntarse si habrá dicho lo que creemos haber entendido o no),
que hace unas semanas decía lo siguiente:
No hay que engañar a la gente nunca, la verdad siempre tiene que prevalecer, mentir es pecado y hay que aplicarlo a la política y a la comunicación.
Vamos a dejar de lado
que un político español de izquierdas no dice una verdad salvo por equivocación
o estupidez profunda. Vamos a dejar de lado el hecho de que los medios de
comunicación privados afines al desgobierno -la inmensa mayoría- mienten más
que hablan -Ñoñilondo hablando de que conviene la tensión, Rojeras de
terroristas con tres capas de calzoncillos, Ana Borrego encargada de verificar
los bulos y noticias falsas-, mientras que los públicos funcionan poco más que
como agencias de propaganda.
Vamos a quedarnos con tres
palabras nada más: mentir es pecado. ¿No habíamos quedado en que España es
un país aconfesional? Suponiendo, que es mucho suponer, que esta mujer sea
cristiana (o judía), ¿qué hace pretendiendo imponer su moral caduca y
retrógrada a todos y cada uno de los españoles?
Faltaría más.
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