Siempre hay dos maneras de hacer las cosas: la que sigue la izquierda española, y la correcta. Pero es que, además, la izquierda lleva muy mal que se la ponga frente a sus propios errores porque, ya se sabe, nunca va a permitir que la realidad se interponga en el camino de sus (erróneos y errados) dogmas.
En el caso de la
política tributaria, la izquierda siempre ha tendido a subir los impuestos,
ignorando la curva de Laffer y ateniéndose a la máxima de que, cuanto mayor sea
el tipo impositivo, mayor será la recaudación (que, con Rajoy, Montoro
mantuviera una presión fiscal alta es otra historia y daría para otra entrada).
Los gobiernos de
derechas (léase, del PP), sin embargo, han tendido a mantener los impuestos
relativamente bajos. Esto es especialmente cierto en el caso de la comunidad de
Madrid, que sólo ha conocido un presidente de izquierdas, el primero: todos los
demás han sido del PP; más o menos liberales, pero del PP.
Ahora, con mayoría
absoluta también en Andalucía, al Sur de Despeñaperros parece que van a descubrir
también qué es eso de que no te crujan a impuestos. Algo que ha sentado bastante mal en Ferraz, que consideraban Andalucía poco menos que como su
cortijo privado (la metáfora es, evidentemente, intencionada).
Ante esto, el ninistro
Escrivá -creo que es el de Inseguridad Social, pero no me voy a molestar en
comprobarlo- ha reaccionado pidiendo recentralizar impuestos. Algo que
es poco probable que se produzca, porque no tienen los escaños, ni los redaños,
para quitarles sus juguetes a los de la barretina o los de la boina (con
o sin capucha).
Así que ajo y agua, sociatas.
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