El marxismo es, por esencia, liberticida. Y lo es porque propone un modelo de sociedad que pocos aceptarían de buen grado, por lo que habría de ser impuesta a la fuerza. Por las malas. Obligatoriamente. Sin libertad.
Por eso, todos los partidos
políticos marxistas se opondrán a la libertad de los individuos, buscarán la
igualdad por abajo y perseguirán cualquier iniciativa de los particulares que tenga
como objetivo el mejorar. Aunque sea algo tan mundano como las clases
particulares.
Porque tras el último
aborto legislativo en materia de formación académica, los de la mano y el
capullo buscan limitar la libertad de los padres para reforzar a sus hijos con clases particulares, ya que, dicen, el sistema educativo español tiene como
objetivo proporcionar una educación de aprendizajes mínimos y comunes para
permitir a nuestros jóvenes la continuidad en los estudios o el acceso al mundo
laboral con una formación básica y elemental, así como atender su diversidad de
intereses académicos y profesionales y facilitar su máximo desarrollo.
Traducido: no vayamos a permitir que desasnen al rebaño de jumentos que aspiramos a fabricar.
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