A riesgo de repetirme -es una forma de hablar, digo de escribir, porque sé positivamente que me repito-, el marxismo es una ideología que nació hace siglo y tres cuartos y que, desde entonces, no ha evolucionado un ápice en lo esencial: sigue pensando que, como a mediados del siglo XIX, es posible engañar a todo el mundo siempre.
Los marxistas españoles, por otra
parte, están acostumbrados a que sus actos no tengan consecuencias para ellos (las
consecuencias para los demás no les importan una higa), y por lo tanto cometen
fechorías sin tasa ni recato.
Pero claro, luego vienen los funcionarios
europeos, gente seria (en general), y cuando todo lo que les ofrece el
desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer son charlas dilatadas, ausencias y prisas, no es de extrañar que la conclusión a la que
lleguen en Bruselas es que resulta imposible en España seguir el rastro de los fondos hasta el beneficiario final.
Más claro, el agua.
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