Que la energía nuclear, aunque sea la de fisión, es la solución más limpia, económica y rentable al problema del suministro energético, en tanto las energías de futuro dejan de serlo y se convierten en energías de presente, es algo que cualquiera de dos dedos de frente puede pareciar.
Salvo que tenga unas anteojeras ideológicas
del tamaño de un molinillo de los que pueblan las lomas españolas, cosa
que le ocurre a la izmierda en general y a la española en particular.
Por eso, mientras Francia encabeza en Estocolmo un pacto para potenciar y defender la energía nuclear junto a otros diez países europeos, el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer ha situado a España en contra, a pesar de que los expertos nacionales han lanzado la voz de alerta, señalando que las decisiones que se tomen (o que se dejen de tomar) los próximos veinticuatro meses las sufriremos durante las próximas décadas.
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