Los separatistas catalanes comparten con los socialistas hispanos -otra cosa más- el rasgo que señalo en la primera entrada del día de hoy, esto es, el proyectar en los demás, corregidos (es un decir) y aumentados, sus propios defectos.
Así, ante el estallido del
escándalo por el llamado caso Negreira -la constatación de que la
evidente parcialidad arbitral a favor del Farça no era, además de
evidente, gratis et amore, sino que se hizo por el religioso pago de
cantidades importantes, favor apenas vestido con el habitual trapo de la
esquinita, es decir, mediante informes de chichinabo-, la prensa deportiva
regional -si la prensa deportiva es sectaria, el sesgo de la catalana raya en
el paroxismo- reaccionó atacando al Real Madrid (la obsesión pasada, presente y
futura de la entidad fundada por el suizo Hans Gamper) y acusándole de recibir ayudas de todo tipo, incluso políticas.
Claro, porque el que el Caudillo te salve de la quiebra no una, sino dos veces, no fue una ayuda política. El Generalísimo, como él mismo decía, no se metía en política.
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