En la película Los Intocables, de Brian de Palma, hay un momento en que el abogado defensor de Al Capone se da cuenta de que lo tienen todo perdido en el juicio y pasa, de proclamar la inocencia de su cliente -interpretado magistralmente por Robet de Niro- a presentar un alegato de culpabilidad (no sé si éste es el término procesal correcto, pero se me entiende).
Semejante medida supone un
intento desesperado de reducir la pena, reconociendo la autoría de los crímenes
por los cual se le procesaba. Algo así es lo que ha ocurrido con el informático
de Laura Borrás -me importa tres butifarras si, en catalán, la tilde del
apellido de la que fuera presidente de la asamblea legislativa regional
catalana es aguda, grave o mediopensionista: en español sólo las hay de un
tipo-, que ha solicitado un pacto con la Fiscalía, al afrontar una petición de
pena de seis años que se suma a una condena previa de cinco por tráfico de
drogas.
Dejando aparte las joyitas
que contratan los separatistas catalanes, la intención de la defensa del
procesado es admitir los hechos de los que le acusa la Fiscalía, intentando evitar la entrada en prisión, y aducir que
sólo seguía las instrucciones que le impartió Borrás y que constan en correos
electrónicos, para trocear contratos y evitar la convocatoria de concursos
públicos.
No hay más preguntas, señoría.
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