A la vuelta del verano pasado, el psicópata de La Moncloa se embarcó en lo que quería ser una campaña de humanización de su figura, de acercamiento a la gente. Pero la cosa le salió rana.
En su primera salida, un
espontáneo mostró un cartel que recogía, de manera harto elocuente, quiénes
eran los apoyos que tenía el desgobierno socialcomunista que tenemos la
desgracia de padecer. El cartel el cuestión resumía la cosa en sólo cuatro
palabras: que te vote Chapote.
Luego, organizó un acto en Moncloa,
con ciudadanos anónimos. Tan anónimos eran que alguno ya había
coincidido en actos previos con Sin Vocales, y eso sin contar los que
eran de los mil y un tontos socialistas.
Después, se fue a un parque a
jugar a la petanca… con, mira tú qué casualidad, personas que habían sido cargos
electos del partido de la mano y el capullo.
Y la penúltima -porque un rato antes de ponerme a escribir esta entrada me he enterado de que sí hay quinto malo- fue irse a Parla… a cagarla. Porque tomó café con una pareja (heterosexual, qué antiguo y qué poco progre), en la que el varón resultó ser hermano de un cargo del PSOE que trabaja en Moncloa.
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