Como en los tebeos de Astérix, hay todavía pequeños núcleos que resisten la ocupación total, en todos los órdenes del Estado, por parte del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer.
Y entre esos irreductibles se
encuentran algunos jueces que, como los galos de la famosa aldea, suponen un
dolor de cabeza para el césar de La Moncloa y sus aliados golpistas,
separatistas, terroristas y neocom.
Y aunque reformen las leyes para
beneficiar a los que les sostienen en el poder -sostenimiento que no es por
convicción, sino por puro y descarnado interés egoísta-, siempre habrá quienes,
sabiendo más de Derecho -tampoco es que haya que correr demasiado, aunque el
consejo de ninistros actual sea, si no me equivoco, el que más miembros
de la judicatura tiene entre sus integrantes- aplique el ordenamiento como Dios
manda.
Que el Tribunal Supremo ha hecho
lo correcto condenando al bleferóptico con sobrepeso por desobediencia y
malversación en el butifarrendum II, confirmando su inhabilitación hasta 2.031, lo demuestra la reacción furibunda de los conmilitones del condenado
acusando a los jueces de lo mismo por lo que fueron condenados: de golpismo.
El golpe lo han acusado, desde luego.
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