Uno se pregunta qué clase de existencia desdichada habrán llevado las dirigentes neocom españolas para odiar de semejante manera a los hombres.
Se me hace muy difícil creer que en todos los casos sus padres, sus hermanos, sus tíos, sus primos, sus profesores, sus compañeros de colegio y universidad, todos y cada uno sin excepción, las hayan tratado de una manera tan absolutamente deleznable que abominen del sexo masculino.
La alternativa, más razonable
pero quizá más terrible, es que no se crean todo lo que dicen, sino que se
trate de soflamas destinadas a encender los ánimos de lo que consideran una
parte de su electorado. Porque si toda una secretaria de Estado (de un
departamento absolutamente superfluo, y más en época de crisis) es capaz de decir
que los hombres son bastante violadores en España, sólo caben dos opciones: o
está convencida de lo que dice, o miente miserablemente.
En cualquiera de los dos casos,
es una desgraciada.
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