Cuando una mujer de izquierdas (o tutelada por la izquierda) denuncia una agresión sexual, o siquiera una actitud machista por parte de un hombre, todas las feminazis claman a coro aquello de hermana, yo sí te creo.
Cosa distinta es que la agredida sea una
mujer de derechas, o que el agresor sea un hombre de izquierdas. La primera,
algo habrá hecho para merecer lo que le ha pasado, aunque sea simplemente
cometer la osadía de ser de derechas. El segundo, ya lo sabemos, es un ser
ontológica y genéticamente incapaz de delinquir, no digamos ya de pecar, un
concepto retrógrado y oscurantista, además de probablemente heteropatriarcal.
Por eso, resulta un sarcasmo que el becario ubicuo, aquél que decía que las denuncias falsas en este tema no existen, o son muy escasas, salga ahora con que la denuncia dirigida contra él es falsa. Por eso ha abandonado la vida política, porque es todo mentira, cuando a los giliprogres de toda calaña no les apartas del sueldo público ni con agua caliente.
Anda y que se vaya a esparragar.