Mi intención -o, por mejor decir, la parte que recuerdo casi literalmente- era poner sólo las dos últimas frases del libro que cierra la trilogía de los mosqueteros, es decir, El vizconde de Brangelonne.
Sin embargo, para que cobre todo el sentido
es necesario tener en cuenta las tres frases anteriores:
Apretando entonces con su crispada mano el bastón dorado de flores de lis en oro, abatió hacia él los ojos, que no tenían ya fuerza para mirar al cielo, y cayó murmurando estas palabras extrañas, que a los soldados asombrados parecieron palabras cabalísticas, palabras que en otro tiempo habían representado tantas cosas en la tierra, y que nadie comprendía, a no ser el moribundo que las pronunciaba:
- Athos, Porthos, hasta la vista. ¡Aramis, adiós para siempre!
De los cuatro valerosos hombres cuya historia hemos relatado, no quedaba ya más que un cuerpo. Dios habría recobrado las almas.
Y, todo en conjunto, me queda la duda. Para
Dumas, podría parecer que, de los cuatro mosqueteros, sólo queda vivo Aramis
(un cuerpo), pero que, al ser sacerdote -de hecho, el superior de los
jesuitas-, su alma ya habría sido recobrada por Dios, al igual que las de D’Artagnan,
Athos y Porthos, ya fallecidos.
Pero, entonces, ¿por qué el gascón se despide para siempre de Aramis, mientras que confía en reencontrarse (hasta la vista) con el conde de la Fère y el barón Du Vallon? ¿Considera que Herblay va al cielo y ellos al infierno, o viceversa?
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