Los formaciones regionales secesionistas que existen en España -al menos, las de Cataluña y Vascongadas- tiene varios rasgos en común.
En primer lugar, ambas se apoyan en un pasado
mítico y, por eso mismo, falso. Los vascos alardean de haber sido la única región
de la península que resistió al invasor romano -¿liderados por algún
Abrarakurciks, quizá?-, cuando (si no me equivoco) resulta que el territorio de
lo que ahora son las tres provincias vascongadas sí que fue ocupado por los del
Senado y el Pueblo de Roma, y que la resistencia se encontraría en zonas de lo
que actualmente es Navarra. Mientras, los catalanes se han sacado de la manga
una especie de conspiración universal para arrebatarles la gloria que les es
inherente (porque ellos lo dicen, claro): todo el mundo digno de figurar en los
libros de Historia -de Cervantes a santa Teresa de Jesús, de Erasmo de
Rotterdam a Leonardo da Vinci- tendría su origen en lo que nunca fue sino
apéndices de entidades políticas mayores, fuera el imperio carolingio o la
Corona de Aragón (a la que, a propósito, han robado el blasón).
En segundo lugar, sean de derechas o de izquierdas,
estos movimientos son inevitablemente fascistas (recordemos que el fascismo es
de izquierdas, por mucho que le moleste a la izquierda, que le molesta, y
mucho), con todo lo que ello conlleva: racismo, xenofobia, supremacismo, oposición
a la democracia…
En tercer lugar, ambos movimientos, por mucho
que se empeñen los políticos actuales -y por mucho que se lo crean los borregos
que les siguen-, son recientes, tienen apenas siglo y medio: Blas de Lezo,
vasco, luchaba por el rey de España… como Rafael de Casanova, catalán al que
año tras año rinden homenaje los secesionistas.
En cuarto lugar, ambos parasitan al Estado al
cual dicen abominar y del cual proclaman desear separarse. Es como el dicho: se
van, se van, se van… pero se quedan, porque no acaban de irse.
Finalmente, los líderes de ambos tienen
delirios de grandeza, se ven como figuras históricas equiparables a las mas
señeras de la Humanidad. Si hace años Arturito Menos gustaba de presentarse
como un nuevo Moisés o Mahatma Gandhi, que habría de llevar a su pueblo a la
independencia, ahora han sido los de la boina los que han comparado a su
fundador -racista, misógino, orate, corto de entendederas- con Martin Luther
King porque, dicen, los dos tuvieron un sueño.
Toma, como cierto pintor fracasado nacido en Austria.
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