domingo, 2 de febrero de 2025

Vamos a contar mentiras, tralará

Cuando se examina un conflicto bélico, sea cual sea su intensidad, se tiende a considerar a uno de los bandos como los buenos y a otro como los malos.

Con todas las salvedades, en general quien da el primer golpe es a quien podríamos considerar como malvado, puesto que el otro bando se limita, en principio, a defenderse.

Esto no siempre es así, claro: en las guerras de independencia -habría que llamarlas de emancipación, lo que dejaría fuera a la guerra de independencia española- podría considerarse que la potencia opresora es la mala, y que el colectivo que se levanta en armas serían los buenos, por más que sus métodos puedan resultar cuestionables en ocasiones.

Tampoco, aunque se diga que la Historia la escriben los vencedores, puede afirmarse que al final siempre ganan los buenos. En las guerras de expansión de imperios, los agresores buscan imponer su voluntad sobre los agredidos, resultando indiferente que la sociedad de los agresores sea más avanzada -incluso más civilizada- que la de los agredidos y, por lo tanto, pueda suponer una mejora para la población en general. Los romanos no fueron los buenos al invadir la isla de Gran Bretaña, como tampoco lo fueron los normandos cosa de un milenio después.

La cosa ya se torna peliaguda cuando no cabe discernir claramente entre vencedores y vencidos. Es el caso del episodio más reciente del enfrentamiento entre israelíes y musulmanes, estos últimos representados por el grupo terrorista Hamás. Hace año y medio los palestinos, en una orgía de violencia y sadismo, lanzaron un ataque contra la población civil en el que torturaron, violaron y mataron, además de apresar a centenares de rehenes.

Paso a paso, poco a poco, los israelíes devolvieron el golpe. No les importó la opinión internacional, como no les ha importado desde que consiguieron su independencia, porque saben que cualquier paso atrás es un paso hacia su desaparición. Y, a pesar de todo, sus ataques (al menos para quienes pensamos que son los buenos) han sido mayoritariamente quirúrgicos, destinados a eliminar a los terroristas y a nadie más. Las víctimas civiles que ha habido -aunque se hace difícil diferenciar entre terroristas y civiles, cuando estos últimos se alegran tanto por los crímenes de los primeros y proclaman, orgullosos, que lo volverán a hacer- lo han sido porque los terroristas -cobardes por definición- los han utilizado como recursos humanos.

Ahora se ha alcanzado un alto el fuego. No un acuerdo de paz porque cuando una de las partes está decidida a acabar con la otra -eso es genocidio, y no lo que dicen la giliprogresía internacional-, tal cosa es imposible. Como ha dicho el ministro de Exteriores israelí, es un acuerdo doloroso porque Israel tendrá que soltar a terroristas y asesinos peligrosos. Que, como he dicho un poco más arriba, volverán a hacer exactamente lo mismo a la más mínima oportunidad que tengan.

Y todo esta parrafada es por un simple comentario. Según la fuente que consultes, los muertos (por el lado palestino, claro, los israelíes no cuentan) oscilan entre cuarenta y sesenta mil. Una diferencia del cincuenta por ciento es un margen que ni Tezanos. A ver si se ponen de acuerdo.

¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!

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