El desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer y la patulea de lametafanarios que le hace los coros presentan, además de una escasa inteligencia, una deficiente formación.
Como seguidores de una ideología que nació en
el siglo XIX y que desde entonces no ha variado un ápice sus postulados, no se
han dado cuenta que las ciencias han avanzado que es una barbaridad. Todas,
incluso las que les perjudican.
Hace doscientos años, destruir una carta podía
asegurar, con un alto porcentaje de acertar, la eliminación de pruebas. Actualmente,
borrar los mensajes de un teléfono móvil no asegura nada: salvo una serie de
martillazos bien aplicados, nada permite afirmar que una información digital ha
devenido inaccesible; y si esa información ha pasado por la nube, ni siquiera
eso.
Es por ello que el hecho de que el fiscal
particular del psicópata de la Moncloa haya borrado sus mensajes y hasta cambiado
de móvil supone un retraso, no una vía muerta, para la instrucción. Tan es así que
el Tribunal Supremo ha enviado una comisión rogatoria para recuperar los mensajes de WhatsApp y de correo que intentó hacer desaparecer el sucesor
de la barragana del juez prevaricador.
Como serán las cosas que hasta la progresista Asociación de Fiscales ha pedido la dimisión del interfecto tras ser emplazado a declarar como imputado ante el Supremo, ya que consideran que el aferrarse al cargo arrastrará la reputación de todos.
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