La auto concedida superioridad moral de la izquierda les permite, en sucesión, intentar hacer trampas, acusar a los demás cuando sus trampas son puestas de manifiesto y, para remate, indicar a los demás lo que han de hacer.
Tomemos el caso del decreto ómnibus:
el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer llevó al
Congreso un decreto -ley en el que, mezclando churras con merinas, pretendían
aprobar de una tacada la subvención del transporte público, la cesión de un
palacete a los epígonos de Sabino Arana, la revalorización de las pensiones, subir
el IVA de los alimentos, o medidas que favorecen la inquiocupación.
No sólo el PP, sino también Vox y hasta los jotaporcatos
votaron en contra de la ratificación, algo que sentó mal en Ferraz y en Moncloa.
Y cuando la bestia negra de unos y otros -es decir, Isabel Díaz-Ayuso,
presidente de la comunidad autónoma de Madrid- decidió asumir en solitario la
subvención del transporte, los de la mano y el capullo le exigen que no
subvencione el transporte porque tiene que asumir los efectos del voto del PP en el Congreso.
Sabrán ellos de coherencia y de asumir…
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