Nunca me han gustado especialmente los sindicatos. Ni siquiera uno al que pertenezco, pero menos todavía los denominados más representativos… que cada vez representan a menos gente.
Y esto es así porque se han convertido en
correas de transmisión de los partidos de izquierda en general, y del de la
mano y el capullo en particular. Cuando la derecha está en el poder, braman
contra el gobierno; cuando es la izquierda la que manda, son sumisos y serviles…
y braman contra la oposición, a la que acusan de hacer antipolítica.
Y mientras, vacían sin cesar fuentes de marisco.
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