A finales del gonzalato, cuando por los casos de corrupción que se conocían en relación con el partido de la mano y el capullo eran tantos y tan graves que uno no sabía cuál elegir primero, desde la formación fundada por Paulino Iglesias se sostenía que en ningún caso se trataba de una trama de corrupción organizada: eran, se decía, casos aislados.
En esto, como en tantas otras cosas, el psicópata
de la Moncloa no supone ninguna novedad con respecto a sus predecesores; no
desde luego en la calidad, aunque sí quizá en la cantidad. Y en la velocidad en
la que la putrefacción moral ha aflorado (no diré arraigado o surgido,
porque siempre ha estado ahí, desde la creación del partido de la mano y el
capullo hace casi siglo y medio).
Y en esta trama, el nudo gordiano es el
Palacio de la Moncloa: de un modo u otro, todo lo que se sabe tiene que ver con
el entorno de la segunda autoridad del Estado. Otro clavo más en el (deseable)
ataúd político de Sin vocales debería ser el que se ha sabido que la hermana
de la asesora imputada de la pareja del presidente del desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer era la coordinadora de la cátedra regalada
a la susodicha cónyuge.
Si surgiera un nuevo Alejandro de Macedonia que deshiciera este embrollo, todo se solucionaría.
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