Uno de los métodos más sencillos y económicos de detectar a un giliprogre es esperar a que abra la boca. No tanto por las cosas que dice, sino por cómo las dice.
Y es que el llamado lenguaje inclusivo
es en realidad excluyente, porque establece esa separación por géneros
(de las palabras) de la que tanto abominan en, por ejemplo, la educación.
Y como dijo Einstein, la estupidez humana es
infinita. Contradiciendo a la Real Academia Española -y al sentido común-,
cincuenta y cinco universidades españolas han llamado a cambiar la gramática
contra el sexismo lingüístico, instando a sustituir hombre por ser
humano.
Como a pesar de ser alguien tradicional y
conservador soy también, quizá por mi educación cristiana, generoso con lo mío,
les ofrezco gratis et amore un epíteto que creo les cuadra perfectamente
y que no es para nada discriminatorio, puesto que puede aplicarse indistintamente
a hombres, a mujeres y a cualquiera de las posiciones intermedias.
El que da título a esta entrada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario