De todos los premios Nobel, el de la Paz es el más politizado, seguido a corta distancia por el de Literatura. Se ha propuesto para el mismo a genocidas como Hitler, y se ha otorgado a gente de todo pelaje, desde farsantes como Rigoberta Menchú hasta terroristas como Yasser Arafat.
Y claro, como el proponer es libre, ahora
resulta que más de ciento cincuenta mil personas apoyan la petición del Nobel de la Paz para Gisèle Pelicot, la mujer francesa a la que su marido drogó para
que fuese violada durante décadas.
Algo monstruoso, sí. Algo infame, sin duda. Pero de ahí a hacerla una figura de la lucha contra el maltrato a las mujeres, media un abismo. Mejor instaurar la castración para los violadores.
Y sin anestesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario