Los apóstoles de la llamada agenda 2.030 y sus adláteres pueden caer en una de estas dos categorías: o son malvados, y no se creen lo que predican; o son estúpidos, y sí se lo creen.
Tenemos el caso de un científico español
que propone un futuro decrecentista como solución única ante un planeta
que se agota y un capitalismo enfermo. Este sujeto -según
Wikipedia, licenciado en Física y Matemáticas y doctor en Física Teórica por la
Universidad Autónoma de Madrid, que trabaja como investigador científico en el
Instituto de Ciencias del Mar del CSIC- avisa de que ya hemos pasado ese
punto de no retorno a partir del cual la producción de todo lo que hemos dado
en llamar petróleo va a ir decreciendo con el tiempo (¿cuándo lo pasamos?,
me pregunto yo) y lo mismo ocurre con el carbón, el gas y el uranio: una
situación que aboca a una crisis energética que se sumará, avisa, a la crisis
climática, la crisis ambiental causada por un sistema económico
enfermo, patológico (debe referirse a la China Comunista, el mayor
contaminante del mundo) y una crisis social, mientras insiste en que el
capitalismo es un sistema económico y social indisociablemente insostenible (¿lo
qué?).
¿Y cuáles son sus soluciones? Cosas como la
propiedad compartida de lavadoras, neveras y cocinas; el uso de bicilavadoras;
la pesca a vela; la desaparición de la minería; el fin de la hipermovilidad
actual; el adió a la ganadería y agricultura industriales; y la electrónica
sostenible.
Supongo que, en un alarde de coherencia, haya plasmado sus ideas con cincel y piedra, porque lo que este hombre propone es poco menos que la vuelta al neolítico.
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