Como se ha ido viendo desde que saltó (hace ya mes y medio) la noticia que comento en esta entrada, la estrategia seguida por la cúpula nacional del Partido Popular no puede ser más desafortunada, al menos en términos demoscópicos.
Y la noticia en cuestión era que
cerraban la posibilidad de que Isabel Díaz-Ayuso presentara su candidatura a la
presidencia de la agrupación (diría federación, pero ese término se
emplea en partidos sedicentemente federales, como suelen serlo los de
izquierdas, y el PP no lo es… ninguna de las dos cosas, al menos en principio),
afirmando tajantemente que no podía ser presidente del PP de Madrid.
Como todos han señalado repetidas
veces, semejante decisión supone un agravio comparativo con el resto de
agrupaciones territoriales populares, donde el candidato regional a la
comunidad sueles ser el presidente del partido en la autonomía; no digamos ya
si ese candidato es, además, quien preside el consejo regional de gobierno (el ejecutivo
autonómico, para no andarnos con perífrasis), como en Galicia o Andalucía. Eso
si, en estos tiempos tan igualitarios que corren, a alguno no se le ocurre
insinuar que los obstáculos se los ponen por ser mujer.
Termino. La prueba del nueve del
poco acierto de semejante veto -y enlazo con el párrafo primero- está que las
expectativas electorales del PP en unas hipotéticas elecciones nacionales, que
se habían disparado tras el triunfo de Díaz-Ayuso el Mayo pasado, se han ido
desinflando coincidiendo con este enfrentamiento. No digo yo que haya una
relación de causa a efecto entre ambos hechos…
…pero tampoco que no la haya.
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