En esta precuela de su celebérrima Los pilares de la tierra, Ken Follett repite constantes de toda la saga: un artesano, humilde pero con un inmenso talento -salvo en Una columna de fuego- se enamora de una bella noble, mujer que hoy dirían empoderada y entonces sería calificada como de espíritu independiente; sin embargo, ésta se verá obligada a casarse con alguien a quien no ama, será violada y ultrajada, deberá enfrentarse a un malvado obispo -que será contrapesado por un monje bueno y estudioso- y por allí aparecerá el monarca reinante, antes de que todo se resuelva satisfactoriamente y triunfe el amor.
Nada que, como queda claro, no
hayamos visto en todos y cada una de las obras de la saga. La única novedad
sería que la acción transcurre en un lapso de apenas una década, y no de más de
medio siglo. También que uno de los nobles no es que sea exactamente malvado
sino que, por así decirlo, se comporta como lo que es, un noble de finales del
primer milenio. Por lo demás, la novedad y la sorpresa se agotaron con la
primera de las novelas. Ésta no llega a ese nivel pero, al menos no es tan mala
como Un mundo sin fin.
Mención especial para el título
en español, que sin llegar a ser una traición completa al original inglés (The
evening and the morning, esto es, El atardecer y la mañana), se
aparta un tanto de él, aunque mantenga un cierto sentido coincidente.
Para terminar, un detalle personal: las primeras doscientas páginas de la obra cayeron en una tarde en la que estuve acompañando a mi padre en una visita al hospital (todo quedó en un susto). En algo tenía que entretenerme, todas esas horas en urgencias...
No hay comentarios:
Publicar un comentario