El grupo de los ofendiditos se pone de uñas cuando tiene lugar lo que denominan witewashing -que un personaje no caucásico sea interpretado por un actor de raza blanca- o apropiación cultural (que alguien perteneciente a lo que llamaremos cultura occidental utilice elementos de otras culturas, como las rastas, el microtrenzado o los tatuajes tribales).
No se muestran tan puristas
cuando las cosas suceden al revés, lo que yo llamo brownwashing, pero
que vista la variedad de ejemplos que tenemos últimamente podríamos ampliar al gaywashing,
el transwashing y todos los washing que se nos puedan ocurrir.
Porque, según esta gente, sólo un
actor transexual, u homosexual, puede encarnar a un personaje de esta índole;
pero no dicen nada de todos los personajes heteros que (por poner un ejemplo)
ha interpretado Rupert Everett. Ven también perfectamente natural que una mujer
negra interprete a Ana Bolena, pero ponen el grito en el cielo si Plácido
Domingo, o Lawrence Olivier, interpretan a Otelo, el moro de Venecia.
Y luego está lo de empeñarse en
hacer cosas que no son: James Bond es un inglés blanco, heterosexual, promiscuo
y machista, luego Idris Elba (o Lashana Lynch) nunca podrán serlo; Superman es
blanco, así que, por mucho que se empeñen, Michael B. Jordan nunca podrá ser el
Kal-El de Tierra-1.
Así que si quieren hacer, por ejemplo, una película sobre un agente secreto negro, o mujer, o mujer y negro, u homosexual, que la hagan… pero que no le llamen James Bond.
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