Un político comunista es, casi por definición, un totalitario, un liberticida. Alguien que pretenderá controlar todos y cada uno de los aspectos de tu vida, afirmando además que lo hace por tu bien, porque él sabe mejor que tú lo que te conviene. Todo ello aunque no le hayas preguntado, no estés de acuerdo ni se lo vayas a agradecer. Y, además, te engañará todas las veces que le dejes.
El ninistro de Carestía
es, en ese sentido, un comunista de manual. No sólo pretende prohibir la publicidad de chocolates, bollos, galletas y zumos destinados a menores, sino que se reunió con los representantes del sector alimentario el día antes de anunciar la
medida y les aseguró que no había decisión tomada, diciendo que buscaría el
consenso.
No otra cosa cabía esperar de un comunista, claro.
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