Este es un proyecto largamente acariciado. Tan largamente, que lo inicié, de alguna manera, mucho antes de saber que existía algo llamado Internet, no digamos ya de que fuera accesible al común de los mortales.
La cosa empezó -o debió empezar-
en la segunda mitad de los años ochenta, cuando me crucé con las argenthas
que aparecían en El hobbit. Ya había leído para entonces El Señor de
los Anillos, donde aparecen tanto argenthas como tengwar,
pero no les di mayor importancia.
Más tarde se produciría una
conjunción: por una parte, todos los volúmenes de la Historia de la Tierra
Media -libros que tengo en inglés, pero no en español; de hecho, recientemente
he adquirido dos volúmenes más, y también lo he hecho en inglés, aunque uno de
ellos también ha sido editado en español- traían unos frisos en la parte
superior e inferior de la página interior de los títulos; por otra, editaron en
España los Apéndices de El Señor de los Anillos, en el que
aparecían, por fin, los dos alfabetos creados por Tolkien convenientemente ordenados
y con su equivalencia al alfabeto latino.
Al principio, me costó la cosa. Como
no transliteraba las vocales, lo que aparecía era un aparente galimatías que me
hizo pensar que la cosa estaba redactada en quenya o sindarin. Pero no, estaban
en inglés; y, de hecho, una vez te ponías a ello, la equivalencia salía casi de
corrido.
Pensé en crear también las
imágenes necesarias para poder reproducir informáticamente las runas (incluso
llegué a dibujarlas): innecesario al final, pues por ahí abundan las
fuentes que permiten escribir usando cualquiera de ambos alfabetos. Pensé también
en crear -o encargar a un amigo que sabía más que yo, porque la cosa me
superaba- algún tipo de programa que permitiera escribir en esos
alfabetos: de nuevo innecesario, puesto que gente con más talento que yo se me había
adelantado. Llegué, en fin, a escribir una carta a Christopher Tolkien, que
ignoro si recibió (supongo que no), pero que en cualquier caso nunca recibió
respuesta.
Y después de haber transliterado
todos los frisos, hace ya más de un cuarto de siglo… nada. Sé perfectamente
cómo es el archivador en el que están (cuatro anillas, tapas blancas), pero no
se dónde está esa carpeta (aunque me lo malicio). Así que, harto de que pasara
un año y otro sin lanzar la cosa al blog -lo de la página web, aunque sigue viva,
ha quedado bastante aparcado-, este último mes le he dado un arreón,
aprovechando que los libros y yo hemos estado en el mismo sitio con un montón
de tiempo libre (es decir, sin una conexión de calidad a internet). Y ya he copiado
los frisos, y los he transliterado (de nuevo) y, si Eru quiere, a principios del
año que viene empezaré a publicar mis transliteraciones, con algún que otro
comentario y con periodicidad mensual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario