Uno ya no sabe, la verdad, si los secesionistas catalanes se creen que su rebaño está formado por tontos de capirote o si los que son cortos de entendederas son los propios apacentadores de la grey.
Porque podrán decir que los Presupuestos del Estado peligran si no se obliga a Netflix a programar en catalán, y la horda separatista -me refiero a los energúmenos que incendian
las calles a la mínima- podrá enfervorizarse ante esa muestra de firmeza de los
ierreceos. Pero el hecho es que no puede obligarse a una compañía
extranjera a no hacer nada que esa compañía no quiera hacer… porque no le
resultaría rentable.
Y si no, al tiempo.
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