Hace unos meses -creo que era verano, porque hacía bueno y se podía estar tranquilamente al sol-, un par de conocidas mías coincidían en que la postura del Partido Popular, negándose a pactar con el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer la renovación de algunas instituciones, era de todo punto insostenible y daba mala imagen, y que deberían ceder y pactar.
Yo, como suele ocurrir en esas
ocasiones, mantuve la boca cerrada. Mi opinión, claro está, era la contraria:
hay gente con la que no puedes pactar nada, porque te la van a jugar a las
primeras de cambio. Históricamente, la izquierda española es parte de esa gente.
Y así quedó demostrado hace mes y medio cuando, tras pactar la renovación de
los cuatro puestos pendientes del Tribunal Constitucional, los de la mano y el capullo lincharon (figuradamente, claro) en el Congreso a uno de los candidatos
propuestos por el PP, a pesar de que al pactar habían asumido la imparcialidad
e independencia de los candidatos.
Cría cuervos y tendrás muchos, es
otro adagio que vendría al cuento…
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