Da una idea bastante clara del nivel en que se encuentra la conciencia nacional española el que el máximo representante del Estado en la región catalana -pues eso y no otra cosa es lo que es el presidente del consejo de gobierno- defienda la exclusión del español -el único idioma que todos los españoles tienen el deber de conocer y el derecho a usar en todo el territorio nacional, se pongan los catetos regionalistas como se pongan- y diga, en su mensaje navideño -anda, que vaya fechas de paz y concordia ha ido a elegir-, que la escuela debe ser el núcleo de la nación catalana.
En un país normal, ese señor no
ocuparía el puesto que ocupa. En un país normal, su formación política estaría
ilegalizada o, cuando menos, en los tribunales. En un país normal, el gobierno nacional
haría aplicar las leyes con todo el poder que le concede el aparato del Estado.
En un país normal.
Pero es que no estamos en un país
normal…
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