Los totalitaristas se creen en posesión de la verdad, y se ufanan de saber, mejor que los demás, lo que conviene a cada cual.
Tomemos en caso de las
prostitutas. El desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer
ha decidido prohibir el llamado oficio más antiguo del mundo. Las
trabajadoras del sexo reclaman que se regule la profesión -una vieja reivindicación
de las meretrices-, en vez de prohibirla. Según ellas, la Ley del ‘solo sí
es sí’ no es inteligente ni práctica.
Es difícil decirlo más claro con
menos palabras. Pero, teniendo en cuenta de quien están hablando, es una
afirmación que cae por su propio peso.
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