Los políticos españoles,
y más de los de izquierdas, parecen estar convencidos de que siempre es posible
comprar voluntades, en general, y votos, en particular. Y no siempre es
posible.
Un servidor, por
ejemplo, es funcionario desde hace más de un cuarto de siglo. Y nada de lo que
han hecho los gobiernos de uno y otro signo, a favor o en contra de mi bolsillo,
ha hecho variar un ápice el sentido de mi voto: ni dejé de votar al Partido
Popular cuando congelaron los salarios o subieron los impuestos, ni se me pasó
por la cabeza el votar al PSOE por muchas promesas de subidas salariales que
hagan, o cuando anunciaron que pretendían devolver a los funcionarios
los emolumentos perdidos como consecuencia de la congelación antedicha (de
hecho, me prometí a mí mismo entregar ese dinero, que nunca llegó -ya sabemos
cómo son las promesas de los de la mano y el capullo-, a algún fin caritativo).
Algunos dirán que soy un
sectario. Quizá lo sea. Pero prefiero pensar que lo hago porque considero que,
en general, el país va peor cuando gobierna la izquierda, y mejor (o menos mal)
cuando lo hace la derecha, aunque sea una tan maricomplejines como la
que nos ha tocado sufrir. Pero, para sectario, el desgobierno socialcomunista
que tenemos la desgracia de padecer, que busca aplicar sus consignas a toda costa,
vengan o no a cuento y sean o no (que suelen no serlo) legalmente posibles.
Es el caso del ninistro
Pequeño (se acabó lo de escribirlo con ca, mejor con cu), que ha decidido imponer
el llamado adoctrinamiento de género a los policías (pero no a las policías). Así, hace mes y
medio los comisarios jefes provinciales recibieron la orden de designar
a los funcionarios de sexo masculino (no sólo recurren a algo tan
retrógrado y hetero patriarcal como el sexo, sino que se limitan a los varones)
y jefes de ámbito territorial que deberían asistir a un tal Taller de
sensibilización en igualdad y sesgos inconscientes de género". El jefe
territorial, por su parte, debería dar respuesta a la División de
Formación y Perfeccionamiento encargada de estos cursos y charlas.
Sin embargo, esta
decisión presenta el problema de que cada persona designada acudiría a una sola
jornada. Es de suponer que los elegidos lo serían en función de la
inconsciencia de su sesgo, y que ese sesgo revistiría una cierta gravedad. Pero,
en tal, caso, resulta difícil creer que con una sola jornada se iban a des-sesgizar
(o como se diga), por muy buenos que fueran los encargados del taller; y si
con una jornada basta, quizá resulte que la cosa no era tan grave. Vamos, digo
yo.
Por otra parte, el
psicópata de La Moncloa pretende dar medio punto a las guardias civiles
jóvenes para que entren más mujeres (no aclara si cisgénero, transgénero o degénero),
en la Benemérita y aquí hay otro pequeño problema, cifrado en que tal idea es
ilegal: la la Ley 29/2014, de 28 de noviembre, de Régimen del Personal de la
Guardia Civil, lo prohíbe.
En efecto, el artículo
35 recoge los sistemas de selección para ingreso en los centros docentes de
formación, y señala claramente que en los sistemas de selección no
podrán existir más diferencias por razón de género que las derivadas de las
distintas condiciones físicas que, en su caso, puedan considerarse en el cuadro
de condiciones exigibles para el ingreso.
Vamos, que van a hacer
aumentar el número de mujeres en la Guardia Civil… aunque no den la talla, o incluso
aunque no quieran.
¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!