Desde tiempos inmemoriales -lo que es como decir que desde hace tanto tiempo que ya ni me acuerdo-, los socialistas españoles han tendido a patrimonializar lo público, esto es, a considerarlo como de su propiedad, y para su uso y disfrute.
Lo que es más grave es
que la prensa exteriorice que ha interiorizado semejante concepción –el dinero
público no es de nadie, dijo la indocta egabrense, aunque le falto añadir y
como no es de nadie, nos lo quedamos-, y tenga titulares como que Sánchez no escatima en su palacio de verano: lleva gastados 1,6 millones en reformas en
Las Marismillas, añadiendo luego que la más reciente actuación supera
los trescientos setenta y cinco mil euros y se va a financiar con dinero tomado
de los fondos europeos.
Vamos a dejar aparte el
hecho de que dedique los fondos europeos, que deberían destinarse a reconstruir
la maltrecha economía nacional, a dar satisfacción a supersona. En el
titular, ese su es inexacto, porque el palacio no pertenece al primer ninistro
del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer: el
palacio es nuestro, de todos los españoles.
El psicópata de La Moncloa sólo detenta su uso y disfrute.
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