Ayuno completamente de escrúpulos, impulsado por un egoísmo insaciable que sólo puede surgir de la percepción de su propia inferioridad (al igual que en la película de Tony Scott con Will Smith y Gene Hackman decían que no es paranoia si de verdad te persiguen, no es complejo cuando en realidad lo eres), embarcado en una huida hacia adelante para detentar, aunque sea un solo día más, el poder, el psicópata de La Moncloa se supera a sí mismo vez tras vez.
Porque lo último, no
hace todavía ni una semana, ha sido pactar con ierreceos y neocom
una auditoría urgente para devolver dinero e inmuebles expoliados
en el franquismo. Tras casi medio siglo desde que falleciera el Caudillo, ¿qué
urgencia hay en realizar esa auditoría, como no sea el sentir el aliento de las
urnas en la nuca, recordándole que también él, por muy divino que se encuentre,
es mortal? Y, por otra parte, ¿cuántas veces hay que devolver a esos partidos
genocidas -pues así se comportaron comunistas e ierreceos en la contienda
civil, y sólo notables excepciones, como Tarradellas o Anguita, les redimirían-
esos bienes que, por otra parte, a saber cómo consiguieron?
A mayor abundamiento, manifestó
que un comité de expertos -y ya sabemos cómo funcionan esos comités bajo
la égida del desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer-
decidiría quién es víctima hasta 1.983 -ya sabemos que las víctimas estarán
todas en el lado izquierdo, y los verdugos fuera de ese lado-, lo que abriría
la puerta a perseguir a Martín Villa.
Y, como si algo tienen los terroristas es que siempre son sinceros, cuando se jactan de ser la llave de la ley de desmemoria antidemocrática es porque lo son; y cuando dicen que van a sacudir el relato de la transición ejemplar, es porque van a tratar de hacerlo.
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