Como decía en Forrest Gump el personaje de Tom Hanks, tonto es el que dice tonterías. Y si en el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer, lleno como está de débiles mentales, hay un tonto muy tonto, un tonto no para un rato, un tonto para siempre, ese es el comunista Alberto Garzón, ninistro de Autarquía.
No sólo es que se
dedique a ir contra todos aquellos sectores económicos que aportan algo a la
economía nacional, desde el turismo -que, según él, no aporta ningún valor
añadido- a la ganadería; no sólo es que proponga actuaciones estrambóticas, como
una huelga de muñecos; no sólo es que haya hundido la ya sumergida Izquierda
Hundida a profundidades abisales, sepultándola en una sima de la que, con un
poco de suerte jamás saldrá; no sólo es que se pegue un viaje de luna de miel a
Nueva Zelanda, algo que está en su derecho de hacer pero que resulta, digamos,
poco solidario.
No. Con ser todo eso
bastante, es que cuando propone una medida (populista, demagógica y,
probablemente, inútil de todo punto), es una medida irrealizable. Porque hace
un mes quería aplicar un castigo mediático a las eléctricas… y tuvo que
ser el separatismo el que le parara los pies, porque se trata de una competencia autonómica.
No es más tonto porque
no entrena; y es que, para entrenar, se requiere siquiera una chispa de
inteligencia, de la que este muchacho carece. Y su hermano, otro econocomunista,
no le va a la zaga.
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