Para la izquierda, donde quiera y cuando quiera, todos aquellos que no están de acuerdo con sus postulados son enemigos: de clase, del partido, del proletariado, del país, de la democracia o de la paz. La izquierda sólo admite como verdades incontestables las suyas propias.
Por ello, nada tiene de extrañar que el psicópata de La Moncloa considere a Vox como el enemigo a batir. Es la única formación política que se niega al pasteleo con el desgobierno socialcomunista que tenemos la desgracia de padecer y no le ríe las gracias.
Y mientras pacta alegremente con golpistas y asesinos, el primer ministro lleva a la sede de la soberanía popular lo que denomina un pacto de Estado para aislar a Vox, buscando forzar al PP a votarlo.
Supongo que esto es lo
que se denomina una trampa saducea: si el PP, maricomplejines, vota a favor de
ese pacto, se queda de hecho sin el único aliado viable que tiene para alcanzar
el poder; si, en un ataque de dignidad, vota en contra, será tildado de
fascista, franquista y antidemocrático.
Pero ¿qué actos contra
la democracia ha cometido Vox? Quiere cambiar la Constitución -y quién no-,
pero para ello no pretende seguir otros procedimientos que los establecidos en
la propia norma fundamental. No ha matado a nadie, no ha robado a nadie (que se
sepa), no ha prevaricado ni se ha corrompido…
¿No será que Vox es todo lo que ellos no son, y por eso no lo soportan?
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