Cuando la calidad artística es buena, a la ciencia ficción le pasa lo mismo que al -permítaseme el uso del término en inglés- western: no es un género en sí mismo, sino un medio, un entorno, en el que situar una historia de resonancias universales (toma expresión grandilocuente). Río Bravo, por poner como ejemplo una de mis películas favoritas, cuenta una historia que puede ser situada -y, de hecho, así ha sido- casi en cualquier época y lugar. Del mismo modo, Arthur C. Clarke o Philip K. Dick emplearon el género de la ficción científica para hacer reflexiones sobre materias de lo más variado, no necesariamente científicas.
En cuanto a Exhalación,
su existencia llegó a mi conocimiento de un modo un tanto rocambolesco. Una de
las actividades de formación que se imparten en mi centro de trabajo es el
inglés. En una de las clases, el profesor nos hizo leer reseñas de libros; una
de ellas versaba sobre esta obra, y el hecho de referirse a una historia en la
que el creacionismo tuviera un fundamento científico llamó mi atención, así que
me apresuré a comprar el volumen.
En general, todas los
relatos que componen este volumen emplean la ficción científica en el sentido que
he mencionado en el primer párrafo: Chiang emplea como macguffin un aparato o
circunstancia que no existe en el mundo real (aunque a veces es una
extrapolación de algo real llevado al extremo, como es el caso de La verdad
del hecho, la verdad del sentimiento) y, a partir de ese punto de partida
construye una historia que le sirve para reflexionar sobre la humana condición.
Resumiendo: que no me
arrepiento lo más mínimo de haber seguido mis instintos y comprar este volumen.
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